Dijo: "Se siente una corriente. Como si ya lo hubiera vivido. Y es la primera vez que estoy aquí". Un sutil viento eléctrico, impronta de un principio ordenante profundo e inalterado, que ciertos ritmos o aromas distribuyen por el cuerpo. Lo que no sabe es qué quiere decirle, o incluso si la comunicación es siquiera posible entre dos formas o inteligencias tan diferentes.
La simetría del sabor ha sido rota espontáneamente; por alguna razón, el vacío de su teoría contenía un condensado que ha tomado la batuta violentamente. Cuando le preguntaron acerca de lo que más deseaba, comentó que "quería aprender a temblar".
La métrica depende de la energía, un tono muy difícil de conseguir. Por supuesto, se pueden introducir parámetros adicionales que deslicen la teoría fuera de los límites de exclusión actuales. La intensidad de la experiencia, fabricada en sus torsiones, deviene gradualmente menos traumática.
La cosa va de introducir textura en el espacio-tiempo; nuevas dimensiones ¿Lo llamaré transferencia? No se trata de una teoría cuántica porque nadie sabe cómo cuantizarla. Al combinar términos aparentemente tan disímiles, el pathos se desarma y la lógica misma se vuelve erótica. Interesan en tal lógica las fallas: sus impasses, sus infranqueables paradojas, allí donde se revela su incompletud, o su inconsistencia. Manteniendo un perfil bajo, adramático.
Son las últimas áreas en desprenderse antes de acontecer una nueva fantasmagoría de lo infinito, hasta la articulación de una nueva duración concreta, arbitraria. En suma, tratamos con los torbellinos en los que los propios lógicos se pierden. Con las mismas paradojas que encuentran en el amor su vórtice, cuando éste se vuelve serio y exige rigor, como en los místicos; hasta el punto de no poder decir nada más sin contradecirse y hacer equivalente la perdición y la salvación: "¿Dudas de mi lealtad o de mi capacidad? / Aún no lo sé".
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